Monsanto está matando y enfermando a los Argentinos – Noticias de Actualidad
(MenteSanatv) Noticias de actualidad, 8 de Noviembre del 2013
La maestra de escuela Andrea Druetta vive en la provincia de Santa
Fe, corazón de la zona de cultivo de soja en Argentina, donde está
prohibido rociar agroquímicos a menos de 500 metros de las zonas
pobladas. Hace poco, no obstante, sus hijos fueron bañados con pesticidas mientras nadaban en su piscina.
Sofía Gatica, cuyo bebé falleció a poco de nacer, hizo una denuncia
que dio lugar a la primera condena que hubo en Argentina por el uso ilegal de sustancias agroquímicas. Pero el veredicto del año pasado llegó demasiado tarde a su pueblo, Ituzaingó
Un estudio del gobierno encontró que el 80% de los niños examinados tenían pesticidas en su sangre.
La biotecnología estadounidense hizo de Argentina el tercer
productor mundial de granos de soja, pero las sustancias químicas que
alimentan ese auge van más allá de los campos de cultivo de soja,
algodón y maíz.
Ahora los médicos advierten que el uso descontrolado de pesticidas puede ser la causa de los crecientes problemas de salud que vienen experimentando las 12 millones de personas que viven en la vasta región agrícola de Argentina.
En la provincia de Santa Fe, las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces más altas que el promedio nacional.
En el Chaco, los defectos de nacimiento se cuadruplicaron desde hace 17
años cuando el uso de la biotecnología, aplicada al campo, se disparó.
“El cambio, en la forma de producir, francamente ha cambiado el
perfil de enfermedades” , dijo Medardo vila Vásquez, pediatra y
cofundador de Médicos de Pueblos Fumigados, parte de un creciente
movimiento que exige la aplicación de normas seguras en la agricultura.
“Nos hizo perder una población bastante sana. Ahora vemos una población
con altas tasas de cáncer, niños que nacen con malformaciones y
enfermedades que eran muy infrecuentes” .
Una nación que era conocida por su ganado alimentado con pasto fue transformada desde 1996, cuando la empresa Monsanto,
con sede en Saint Louis, Missouri, convenció a Argentina de que la
adopción de sus semillas y sustancias químicas patentadas aumentaría las
cosechas y reduciría el uso de pesticidas.
Hoy, toda la cosecha de soja y casi toda la producción de maíz y
algodón están modificados genéticamente. Las áreas de cultivo de soja se
triplicaron y abarcan 19 millones de hectáreas. Pero mientras que el
uso de agroquímicos bajo al principio, repuntó y se multiplicó por nueve
después. De los 34 millones de litros vendidos en 1990 se pasó a 317
millones en la actualidad, a medida que los agricultores aumentaban sus
cultivos y las pestes se hacían más resistentes a las sustancias.
En general, los agricultores argentinos aplican un estimado de 4.3
libras de agroquímicos por hectárea, más del doble de lo que usan los
estadounidenses, de acuerdo con un análisis a los datos del gobierno y
de la industria de los pesticidas.
Fabián Tomasi, muestra su cuerpo dañado, tras años de dedicarse a rocíar cultivos con agroquímicos (Foto Prensa Libre: AP)
El pesticida Roundup de Monsanto contiene glifosato, una de las sustancias químicas
para matar malezas más usadas y menos tóxicas del mundo. La Agencia de
Protección Ambiental de Estados Unidos, y muchos otros organismos la
declararon segura si se aplica debidamente. En mayo la agencia aumentó
el nivel aceptable de residuos de glifosato en alimentos.
A pesar del uso generalizado del modelo de Monsanto en Argentina,
las normas de seguridad varían dependiendo de la provincia. Algunas de
las 23 provincias argentinas prohíben el rociado a menos de 3 kilómetros
de las zonas pobladas y en otras se puede rociar a 50 metros. Un tercio
no fijan límites y la mayoría no tienen políticas detalladas para el
cumplimiento de las normas. Una ley nacional obliga a quienes aplican
sustancias químicas que puedan amenazar la salud adopten “medidas
eficaces para impedir la generalizada degradación del ambiente, sin
importar costos o consecuencias” . Pero la ley nunca se aplicó a la
agricultura, según comprobó la Auditoría General de la Nación el año
pasado.
En respuesta a numerosas denuncias, la presidenta Cristina
Fernández decretó en 2009 la creación de una comisión para investigar a
fondo la aspersión de agroquímicos. Tal comisión hizo público un
“Informe de Avance” en septiembre de 2009 que dice que “es necesaria la
ejecución sostenida en el tiempo de controles sistemáticos de
concentraciones del herbicida y compuestos de degradación, como de
estudios exhaustivos de laboratorio y de campo, que involucren a los
formulados conteniendo glifosato, como así también su(s) interacción(es)
con otros agroquímicos, bajo las condiciones actuales de uso en nuestro
país” . La comisión, sin embargo, no se ha reunido desde 2010, según la
Auditoría General.
El Ministro de Agricultura, Lorenzo Basso, afirma que la gente está
siendo mal informada. “He leído infinidad de documentos, encuestas,
videos en contra de la biotecnología, artículos en medios, en los
universidades, tanto en Argentina como en Gran Bretaña, y realmente
quienes leen todo esto se encuentran en una ensalada (se marean) y
terminamos confundidos” , dijo Basso. “Creo que tenemos que repartir el
compromiso de Argentina como productor de alimentos. Si no nos
posicionamos en este principio, empezamos a cuestionar cuál es el modelo
argentino” .
En una declaración escrita, Monsanto dijo que “no aprueba el mal
uso que se haga de los pesticidas o la violación de cualquier ley sobre
el uso de plaguicidas, reglamentos o decisiones judiciales” que al
respecto se hayan promulgado. “Monsanto toma muy en serio la
administración de los productos y nos comunicamos regularmente con
nuestros clientes con respecto al uso adecuado de nuestros productos” ,
dijo Thomas Helscher, portavoz de Monsanto.
Argentina fue uno de los primeros países en adoptar el nuevo modelo
de la agricultura biotecnológica promovido por Monsanto y otras
empresas agrícolas estadounidenses.
En lugar de rotar la tierra abonada y rociarla de pesticidas, para
luego esperar que las sustancias tóxicas se dispersen antes de plantar,
los agricultoras hacen la siembra y luego rocían la zona sin dañar las
cosechas, que han sido modificadas genéticamente para que puedan tolerar
determinadas sustancias químicas.
Los agricultores pueden hacer más cosechas, hasta alcanzar un
máximo de tres al año, y cultivar incluso en tierras que antes eran
consideradas poco rentables.
Las pestes, no obstante, desarrollan resistencias de manera más
rápida cuando los pesticidas los aplican si pausa y sin rotar la tierra
en cosechas genéticamente idénticas en gran escala. Esto obliga a los
agricultores a combinarlos con sustancias más tóxicas, como la 2,4,D,
empleada por los militares estadounidenses y bautizada como el Agente
Naranja para deforestar las selvas durante la guerra de Vietnam.
Un departamento del Ministerio de Agricultura recomendó el uso de
etiquetas que adviertan que las mezclas de glifosato con sustancias más
tóxicas deben limitarse a “áreas agrícolas, alejadas de viviendas y
centros poblados” . Pero la recomendación fue ignorada, según la
investigación de la Auditoría General. “El glifosato es menos tóxico que
el repelente que pones en la piel de los chicos” , dijo Pablo Vaquero,
vicepresidente de Monsanto en Argentina y director de asuntos
corporativos de la empresa en el cono sur. “Dicho esto, habría que tener
una hojita de responsabilidad en el buen uso de productos, porque en
ninguna manera pondría repelente en la boca de los chicos, y ningún
aplicador ambiental debería utilizar un mosquito o un avión fumigador
sin darse cuenta de las condiciones ambientales y las amenazas que hay a
partir del uso del producto” .
En los campos, las advertencias no son tenidas en cuenta.
Durante tres años Tomasi estuvo expuesto cotidianamente a los
químicos. “Preparaba millones de litros veneno sin ningún tipo de
protección, como guantes, máscaras o vestimenta especial” , dijo. “No
sabía nada de esto” .
En la provincia de Entre Ríos los maestros dijeron que el límite de
50 metros que establece la ley no se respeta en 18 escuelas y que 11 de
esos campos fueron fumigados en plena clase. Cinco maestros hicieron
denuncias ante la policía este año.
La maestra Druetta denunció en Santa Fe que algunos estudiantes se
desmayaron cuando los pesticidas entraron las aulas, y que el agua
potable de su pueblo de Alvear está contaminada. Dice que la escuela
carece de agua purificada, y que un vecino mantiene congelados cuerpos
de conejos y pájaros que cayeron muertos después de las rociadas, con la
esperanza de que alguien los estudie.
Un estudio epidemiológico casa por casa encabezado por Damián
Verzenassi, director del programa de Medio Ambiente y Salud de la
facultad de medicina de la Universidad Nacional de Rosario, que incluyó a
65.000 personas en la provincia de Santa Fe comprobó que las tasas de
cáncer son entre dos y cuatro veces el promedio nacional, incluidos
cáncer de pecho, de próstata y de pulmón. También se comprobaron altos
índices de trastornos en la tiroides y de problemas respiratorios
crónicos.
“Puede estar vinculado con los agrotóxicos” , dijo Verzenassi.
“Hacen los análisis de toxicidad sobre el primer ingrediente, pero nunca
han estudiado las interacciones entre todos los químicos que están
aplicando” .
Los archivos de los hospitales indican que los defectos congénitos
de los bebés se habían cuadruplicado en el Chaco, de 19.1 a 85.3 por
cada 10 mil nacimientos, desde que se aprobaron los cultivos modificados
genéticamente hace una década. Un equipo médico estudió los casos de
2.051 personas en seis pueblos del Chaco y comprobó una cantidad mayor
de enfermedades y defectos en los pueblos agrícolas que en pueblos
ganaderos.
En el poblado de Avia Terai, el 31% de los consultados dijo tener
un familiar que contrajo cáncer en la última década, comparado con el 3%
en el vecino pueblo ganadero de Charadai.
Es casi imposible demostrar que la exposición a una sustancia
química específica puede haber causado el cáncer o defectos de
nacimiento en una persona. Pero varios médicos consideran que los
resultados en Chaco hacen necesaria una investigación independiente más
amplia, a largo plazo, y que los gobiernos deben exigirle a la industria
que demuestre que el estado de cosas en el campo no está causando
enfermedades a la gente.
“Es por ello que hacemos estudios epidemiológicos de males
cardíacos, problemas con el cigarrillo y todo tipo de cosas” , dijo Doug
Gurian-Sherman, ex regulador de la Agencia de Protección Ambiental
estadounidense que ahora colabora con la Union of Concerned Scientists.
“Si tienes indicios que revelan graves problemas de salud, no esperas
hasta tener pruebas absolutas para tomar medidas” .
Fuente: prensalibre.com
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